Historias y Cuentos

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13.11.04

La tragedia del Hindenburg.


Ante los progresos de la aviación, Alemania no quiso quedarse atrás y construyó un dirigible de grandes dimensiones (que en realidad sería el mayor zepelin de la historia) con la intención de establecer una línea entre Hamburgo y Nueva York, que comenzó a funcionar en 1936. A este colosal dirigible se le denominó Hindenburg y poseía mejores comodidades que los trasatlánticos.
En aquella época, y por expresa orden del presidente Rooselvet, los Estados Unidos dejaron de suministrar a Alemania el gas helio, siendo sustituido por el hidrógeno, peligrosamente explosivo.
Sobre las 19,25 horas del 6 de Mayo de 1937, en la localidad de Lakehurst (no lejos de Nueva York), el enorme dirigible se disponía a amarrar al mástil, tras la travesía del Atlántico, cuando se incendió de pronto por razones desconocidas. Un descomunal globo de fuego explotó en el gigantesco "huso", que en pocos segundos se abatió por tierra, con espantosos estruendos, quedando reducido en poco tiempo a un incandescente esqueleto metálico. Murieron 36 personas, lo cual colocó este siniestro a la cabeza de los accidentes de la aviación civil.
El fuego se atribuyó a una descarga eléctrica causada por un rayo al entrar en contacto con alguna fuga de hidrógeno. Pero el sabotaje nunca se descartó. Las causas nunca podrán ser establecidas con exactitud, pero lo cierto es que aquel día el clima era magnífico y sin nubosidad alguna. Se dijo que cerca de Lakehurst se observaron dos aviones a poca distancia del dirigible, pero la investigación aclaró que en ningún caso se trataba de aparatos militares. Puede, incluso, que haya habido una imprudencia.
Esta siniestro impresionó dolorosamente a todo el mundo ya que, esperando el aterrizaje, aparte de periodistas y locutores de radio se hallaban algunos fotógrafos y cámaras de cine, con lo cual las imágnes dieron en poco tiempo la vuelta al mundo; por su parte los radioescuchas, horrorizados, iban recibiendo en directo impresiones de la tragedia.
Como para el gobierno americanos, las causas del accidente estaban claras, no se dieron muchas facilidades al embajador alemán para realizar una amplia investigación. Pero fuera cual fuese la causa del accidente, jamás un dirigible volvería a llevar pasajeros.

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